Autoría: Fundación Datalat
Vivimos en 2050 -la era del dato inmediato-, un ecosistema inteligente ha sido desarrollado en todos los entornos, y se compone de dispositivos electrónicos en nuestro hogar, oficina y como parte esencial en nuestro entorno social.
La palabra internet de las cosas (IoT) es algo común y forma parte de la cotidianidad. Esto ha ocasionado que se generen millones de datos cada segundo, lo que a su vez obliga a los países a desarrollar leyes para la protección de datos e incrementa la inversión para crear nuevos modelos de inteligencia artificial, que fortalezcan las políticas públicas con el objetivo de mejorar la calidad de vida de la ciudadanía, a través de servicios sociales de alto valor.
En los últimos 30 años el entorno empresarial se ha reinventado mediante innovadores algoritmos que mejoran y optimizan los servicios para sus clientes. Sin embargo, la gran mayoría de los algoritmos y modelos de inteligencia artificial se realizan en países desarrollados, lo que ha ampliado la brecha tecnológica frente a los países en vías de desarrollo. En estos últimos impacta directamente a la ciudadanía debido a la falta de conocimiento acerca de sus derechos digitales.
Al 2050, en Ecuador sólo el 60% de la ciudadanía tiene una conexión directa y conoce sus derechos digitales, un 40% de la población podría considerarse analfabeta digital, lo cuál plantea diversas problemáticas. A pesar de los ingentes esfuerzos económicos por garantizar el acceso a internet para la ciudadanía, la falta de educación en el uso y aprovechamiento de los datos digitales, así como de la tecnología, sigue presentándose como la principal razón para diferenciar a los países que tienen todo el potencial de desarrollo tecnológico versus aquellos que tienen industrias emergentes en el área.
Por lo tanto, vivir en este contexto en 2050, sin derechos digitales y con una brecha tecnológica más profunda, nos afecta a los países que nos encontramos en vías de desarrollo por cuanto no hemos preparado a nuestra población en el uso y aprovechamiento de la información digital.
Sumado a esto, en Ecuador, el talento humano especializado en las áreas de tecnología carece de oportunidades laborales, lo que provoca la fuga de estos profesionales a países desarrollados, ocasionando que de forma habitual se vulneren derechos digitales por la falta de conocimiento en seguridad de la información, y con una población que desconoce cómo potenciar su entorno a través del uso de los datos disponibles.
Mientras el mundo sigue buscando una convivencia coherente entre la digitalización y los derechos de los seres humanos, los países en vías de desarrollo o las zonas de difícil acceso a conectividad siguen sin ser parte del uso y aprovechamiento de los datos digitales para la toma de decisiones, lo que usualmente provoca que todo se concentre en las ciudades principales.
La exclusión del mundo digital de muchas personas nos llevó a este escenario en 2050, además de la falta de acceso a infraestructuras tecnológicas robustas, así como de herramientas para promover la veeduría ciudadana. A pesar de ello, la sociedad civil en coalición con la academia no reparan en esfuerzos para promover el uso de los datos -como los de la tecnología cívica- para disminuir la brecha digital, así como lo hacen para acercar los datos a través de un lenguaje sencillo que facilite la lectura de la información.
Otro factor que agrava la situación es la mala gestión, en todos los ámbitos, en la promoción de una cultura de uso de datos que mejore la toma de decisiones basadas en evidencia, lo que conlleva a que no estemos preparados para los empleos digitales del 2050. Sin embargo, cada vez son más las organizaciones, como por ejemplo la academia y el sector privado, que demandan datos para generar proyectos basados en la industria del conocimiento.
Uno de los problemas latentes es la forma en cómo se protege la privacidad y cómo interactuar en este mundo digital, debido a las violaciones a la ética en el uso de algoritmos y a la falta de criterios de seguridad en el manejo de los datos personales.
Para adaptarnos mejor a este futuro, es vital la promoción de una cultura de datos para tomar decisiones basadas en evidencia. Conocer cómo compartir información de calidad, abierta y anonimizada con una ciudadanía, que a su vez, tenga las habilidades para gestionar y analizar sus datos con el fin de que se genere sensibilidad sobre el entorno digital cambiante. A la par de eso, será necesario que los gobiernos trabajen en tener una infraestructura tecnológica adecuada, para que los modelos de aprendizaje automatizado y los algoritmos sean implementados de la mejor forma y con un alto grado de ética digital.