Autoría: Daniel Carranza, Co-fundador de DATA Uruguay
Hoy pasé por la ex-sede de lo que fue un reconocido banco de desarrollo regional y me puse nostálgico de los buenos tiempos cuando recibíamos fondos internacionales para desarrollar proyectos de tecnología cívica.
Es cierto, ya era difícil en esa época porque Uruguay no era país prioritario, pero aún lo poco que llegaba era mejor que la ausencia total. Pero bueno, eso pasa cuando se prioriza poner todo en blockchain, en vez de a actividades sostenibles. Muchos dirían que la cryptoburbuja del 2034 era totalmente previsible, ¡si hasta le dieron el Nóbel de economía a la mujer que la predijo! Quizás la hubiesen escuchado más si no la dejaban afuera de ese infame all-tech-bro-male-panel del FMI… en fin, el punto es que sólo los viejos cómo yo recordamos que esas siglas de casas de apuestas en las camisetas de los equipos de e-sports, antes eran bancos de desarrollo.
Los primeros años fueron difíciles. No solo por el shock económico del acceso a financiación; un porcentaje importante de los proyectos públicos se financiaban con esos bancos e incluso muchísimos contratos estatales de personal se hacían a través de esas entidades. Hoy suena raro, pero sí, los estados evadían sus propias obligaciones tercerizando contratos con entidades multilaterales.
Y si para el Estado fue un shock, para la sociedad civil lo fue aún más. Perdimos años de experiencia cuando organizaciones muy establecidas se quedaron sin sustento casi de un día para el otro, incluso algunas con deudas por asumir compromisos contra pagos que nunca llegaron. Si no me falla la memoria, el último fondo internacional recibido en Uruguay fue de IDRC para ILDA, que permitió seguir organizando ABRE LATAM hasta hoy en su edición 2050. Aunque también debo admitir que lo de “no ser país prioritario” matizó el golpe. Acostumbrados a sobrevivir con lo mínimo, no la pasamos tan mal como las organizaciones de otros países de la región.
Después de un par de años de reajustes y unos cuántos golpes, logramos encontrar el camino. A nivel país, se tuvo que robustecer la estructura del Estado (en buena parte para atender la crisis) y aunque los recursos no abundaban, estar libre de las influencias y “modas” de la cooperación internacional, también tuvo sus ventajas. El país pudo marcar su agenda de forma independiente -sin tener que hacer felices a financiadores- y las protestas masivas de 2036 (exacerbadas por la crisis de la yerba**, ya que un uruguayo que no tomó mate se pone de muy mal humor) obligaron a poner el foco en abrir y distribuir la gobernanza.
Teníamos un buen punto de partida; el país había sentado una buena base de infraestructura tecnológica, normativa y práctica en gobierno digital y gobierno abierto, durante las décadas anteriores, pero fue la reforma constitucional del 2041 lo que permitió repensar el Estado de forma distribuida y construir una gobernanza para el siglo XXI. También ayudó la transferencia de tecnología de la ex-Estonia (reunificada con Rusia luego de un dudoso referéndum usando voto electrónico) donada por Su Majestad Imperial, Emperatriz de todas las Rusias, Zarina Natalia Iª “La Brava”***.
Para la sociedad civil fue una oportunidad única para resurgir después del golpe. Cambiaron las tareas y las estrategias, porque con una gobernanza distribuida y una democracia que sigue siendo representativa pero permite más instancias de propuesta y decisión colectiva, la incidencia no necesita ser tanto con gobernantes. Para lograr cambios hubo que convencer a mucha gente, en distintos niveles y dialogar mucho. Afortunadamente eso pasó en paralelo al desarrollo de plataformas para la comunicación y colaboración en línea, bajo los mismos principios de gobernanza distribuida. Lejos quedaron los tiempos de enfrascarse en discusiones inconducentes con fascistas en Meta****.
Para nuestra organización fue un momento increíble, porque a la hora de construir una gobernanza distribuida, quienes veníamos trabajando en Gobierno Abierto, infraestructura pública digital, transparencia, participación, etc. teníamos mucha experiencia para ofrecer.
No todo ha sido perfecto, estamos en 2050 y todavía tenemos que explicarle a la gente que no es la tecnología la solución, sino la empatía con las personas y una buena definición del problema. Y por alguna razón, hay organismos públicos que siguen insistiendo en poner chatbots en lugar de buena atención y servicios en línea, pero en el balance, creo que logramos sacar algo positivo de una situación compleja. Como siempre se intenta hacer en América Latina.
* Porque tiene estrellitas en la tapa, el turismo espacial sigue siendo para billonarios con complejo de inferioridad en 2050.
**La crisis se resolvió cuando el calentamiento global permitió a Uruguay cultivar su propia yerba mate, volcando la balanza comercial violentamente hacia un neto positivo. Aunque ahora es con agua fría porque no da para otra cosa con el calor que hace.
*** Antes conocida como Natalia Oreiro.
****Dato curioso: ¿sabías que Meta antes se llamaba Facebook y era un lugar donde tus parientes compartían fotos y opiniones que daban vergüenza ajena?