Un mundo en el que tenemos acceso a la tecnología, pero los Estados no nos escuchan.


Autoría: Agustina De Luca, Data Engagement Manager, Open Ownership.

El futuro llegó. Es hoy. Ese por el que tanto trabajamos, luchamos e incidimos, finalmente se hizo realidad. 

Toda la población argentina cuenta con el acceso a la tecnología necesaria: hay una penetración total de internet y las telecomunicaciones en todo el territorio nacional, tanto en áreas urbanas como rurales o alejadas de grandes centros urbanos. Las escuelas y espacios de formación cuentan con los recursos y conocimientos para alfabetizar digitalmente a todos sus estudiantes. Los recursos digitales están al alcance de la gente, los desarrollos tecnológicos no son costosos [en exceso] y pueden realizarse con mano de obra nacional. Los estados están presentes garantizando el acceso a esta tecnología y asegurando que su distribución sea equitativa entre toda la población. 

Y más importante, la ciudadanía puede hacer uso pleno de esa capacidad tecnológica para expresarse públicamente, demandar, participar en línea en espacios deliberativos y asegurarse que su voz se amplifique y llegue a todos los rincones del país.

Sin embargo, la relación entre este Estado ‘presente’ y la ciudadanía es cada vez más conflictiva. Ese mismo Estado que en un momento promovió y trabajó para una penetración tecnológica total en su población, hoy cercena derechos civiles, restringe el espacio cívico, censura a quienes se expresan de forma contraria a su ideal político y no escucha ni cede frente a demandas ciudadanas. Además, continúa la falta de transparencia y rendición de cuentas sobre cómo se implementan las políticas públicas, aumentando la sospecha de corrupción y uso indebido de recursos públicos, algo característico de América Latina durante toda su historia, y que la situación actual, en la que toda la población tiene acceso a la tecnología y puede ejercer sus derechos digitales, deja mucho más en evidencia que antes.

¿El resultado? La ciudadanía se organiza por medios digitales para protestar y expresarse, se crean canales paralelos para comunicarse, aumentan las noticias falsas dado que todos y nadie a la vez tienen acceso a información verídica, y el Estado se encuentra cada vez más alejado de las necesidades e intereses ciudadanos, porque sus demandas no hacen eco en la dirigencia política. 

Todo el beneficio que podría haberse extraído de una democracia digital radical, donde los recursos tecnológicos son accedidos de forma equitativa por toda la población, se ve opacado por la falta de comunicación y vinculación entre el Estado y la ciudadanía. 

Como organizaciones interesadas en la mejora de las políticas públicas, particularmente mediante la participación ciudadana en diversas instancias, este escenario es preocupante. Para evitarlo, las organizaciones de la sociedad civil debemos trabajar en conjunto y empujar a nuestros gobiernos a ser cada vez más responsables e incorporar mecanismos participativos en el diseño y armado de políticas públicas. 

Debemos insistir en la necesidad de rendir cuentas paulatinamente, utilizar los diversos espacios institucionales de diálogo para transformar prácticas arraigadas muy profundamente, pero también diseñar y empujar la creación de mecanismos innovadores (como la democracia por sorteo e instancias de participación directa) para evitar que la conflictividad y distancia entre Estado y sociedad se agrande, y llegue a niveles en los que sea muy difícil volver atrás. 

Además, la expansión de derechos digitales y el acceso a la tecnología por parte de toda la ciudadanía, debe estar acompañada de instancias de rendición de cuentas, en donde no se amplíe la brecha entre Estado y sociedad, sino que por el contrario, esta penetración tecnológica sirva para mejorar los espacios participativos y una interacción dinámica y constante entre representantes y representados. Es decir, utilizarla de forma positiva y responsable, lo cual implica ser conscientes de sus beneficios y desafíos y diseñar políticas e intervenciones públicas acordes.

Podemos hacerlo, si trabajamos de forma conjunta y coordinada; si nos escuchamos y aprendemos mutuamente; y, por sobre todo, si estamos atentos y atentas a los acontecimientos y actuamos rápidamente para evitar que la falta de confianza y distancia entre nuestros gobiernos y la ciudadanía se siga ampliando a niveles sin retorno.


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